El verbo yo no existe, imagino que te has dado cuenta a las primeras de cambio, incluso puede ser que hayas aventurado algún comentario sobre mi estado mental. Pues bien, yo creo que debería existir como palabra verbal, al menos para conectarnos de vez en cuando con nuestra propia energía interna, con nuestra magia, puesto que ya que con los verbos podemos definir estados de ánimo, sentimientos, acciones y actitudes
¿Qué mejor que conjugarnos nosotros con nosotros mismos? No como expresión de egoísmo extremo, sino como expresión de nuestros propios estados y nuestra propia identidad, algo que olvidamos demasiado
habitualmente.
Sería muy sanador que el lenguaje nos permitiera jugar a querernos abiertamente, y en este juego dejarnos de tanto diálogo interno frustrante y abrirnos a la autoaceptación sin cargas ni culpas. Nos han educado para estar demasiado pendientes de nuestro entorno, buscando continuamente su aprobación, aceptación y pertenencia, los otros primero, y es verdad, sin la generosidad nuestra vida no tiene sentido, aunque sin querernos a nosotros mismos poco podemos dar. Así que si hubiera un verbo yo, al contrario de lo que pueda pensarse, seríamos más generosos, nos daríamos nuestro espacio, respetaríamos nuestras necesidades, nos querríamos más y querríamos más a los demás.
De vez en cuando usando el verbo “yostar” estaríamos con nosotros mismos alegremente sin sentirnos egoístas, o “yoqueando” del verbo “yoquero” es decir queriéndonos tranquilamente y mil opciones más que nos involucrarían en nuestro propio ser interior como seres más implicados, dadores generosos de todo lo internamente creado a los demás. Seríamos igual que somos, con una pequeña diferencia, lo haríamos conscientemente, socialmente aceptado, normalmente hablado y sería mucho más frecuente.
La ventaja de los verbos inventados como la de las palabras de los lenguajes imposibles que utilizábamos en nuestra infancia, es que te devuelven al mundo secreto en el que todo era posible, porque así lo creíamos. Si dejáramos volar más nuestra imaginación, si nos quisiéramos más, seríamos más libres y en este estado dar a los otros, valorarlos, aceptarlos y amarlos sería mucho más fácil.
Probad a inspiraros conjugando el verbo yo, os aseguro que es divertidamente saludable. Podéis hacerlo mientras “yocináis” (cocináis para vosotros mismos) alimentando cuerpo, mente. Quiérete mucho y ¡Feliz buena vida!