Cuando el patito feo es un cisne.

Cuando el patito feo es un cisne.

Cuando el patito feo es un cisne.

¡Atención spoiler! el patito feo es un cisne. Desde que empezamos a socializar de pequeños nos gusta sentir pertenencia, a una pandilla, un grupo o un círculo de gustos parecidos. En definitiva, encajar, porque nos parece que, si somos una pieza que se acopla perfectamente al puzle social, en el sentido más amplio de la palabra, nos sentiremos más felices. Hablamos más abajo de que cuando no sabes como «ser» te esfuerzas por pertenecer, pero eso luego de momento ojo…

“Si pones las llaves de tu felicidad en el bolsillo de otro, pierdes las llaves y la felicidad”

Aun siendo cierto que el sentido de la pertenencia forma parte del sentimiento humano profundo, convertir este sentimiento en necesidad lejos de acercarnos a la realización personal, nos aleja de ella.

¡Cómo hubiéramos llegado hasta aquí sin la tribu! Somos seres sociales, más aún somos seres gregarios, sin embargo, a veces se nos escapa que participar activamente en los diferentes entornos con los que interactuamos también nos exige que seamos capaces de hacerlo teniendo muy claro quién somos. Winston Churchil decía:

«¿Tiene enemigos? Bien, eso quiere decir que usted ha defendido algo con convicción, en algún momento de su vida».

Y otra: “el problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles, sino importantes”

Parece que no sólo era el problema de su época, también lo es de la nuestra. Porque educacionalmente se nos inculca un sentido exacerbado de la pertenencia sin prepararnos para pertenecer descubriendo, aceptando y respetando nuestra identidad. En realidad no pensamos en calve de “ser” sino en clave de “parecer”

Aspira a ser útil, a ser tú mismo

La pertenencia implica un trabajo personal colaborativo y la aceptación depende de otros que probablemente no se acepten ni a ellos mismos. Así que esto aun siendo un poco frustrante se convierte en frustración “de la buena” cuando la sazonamos con sentir la necesidad de que sean los demás los que nos reconozcan como valiosos olvidándonos de actuar de acuerdo con nuestros propios valores, con valentía. De manera que como somos seres emocionales viviendo experiencias aparentemente racionales, nuestra mente se convierte en un torbellino de creencias limitantes y nos bombardeamos con frases dañinas:

  • Si no soy aceptado soy un paria y nunca llegaré a ningún sitio.
  • Los que cumplen sus metas son otros.
  • ¿Para qué soñar? Eso tan bueno que deseo tanto, jamás me sucederá a mí.

No asumas quién eres mirándote en el espejo de otro

Si crees lo que eres mirándote en el espejo de otros, habrás desperdiciado tu gran regalo; la vida.  Todos conocemos el cuento del patito feo, el punto de partida es simple, cuando nació fue rechazado por su clan únicamente por su aspecto.  Físicamente era diferente y esa diferencia le daba al resto de la bandada la excusa perfecta para sentirse superiores, ego hinchado si lo trasladamos al ámbito humano, puesto que tenían un “blanco” perfecto compartido con quien cebarse autoafirmándose en la uniformidad del grupo. Aún más ya sólo tenían que ocuparse en seguir al resto, porque el cupo de desprecio al diferente lo tenían cubierto.

Cuando no sabes cómo «ser» te desesperas por pertenecer.

Nada más dañino y peligroso que el ego herido. Cuando cargamos con esa herida perdemos toda noción de nuestra auténtica esencia, buscamos que sean otros los que nos abran el camino para ocupar un lugar, en vez de conquistar nuestro lugar en el mundo. En las filosofías de origen indio se dan un gran valor al dharma, el propósito en la vida, aquello que nos sostiene y nos mantiene unidos a los demás.

Vivimos en entornos a veces cainitas y despiadados, que abanderan la uniformidad (que no igualdad) en función de su propia debilidad. Porque es una gran debilidad personal no valorar al otro. En el fondo esta falta de valoración hacia el otro se fundamenta en el miedo a reconocer las propias carencias.

Lo malo del asunto es que en nuestra legítima aspiración por alcanzar la realización personal caemos en la trampa de la homogeneidad perdiendo nuestra identidad.  Por otro lado, si lo pensamos bien, en esta trampa no solo perdemos nosotros, sino que pierde toda la sociedad. Se pierde la riqueza que cada uno, sin excepción, lleva dentro y que es el auténtico combustible del desarrollo humano, social y económico.

Un huevo en otro nido

Un accidente o confusión, un huevo en otro nido, lo había hecho nacer en un entorno hostil. Por fuera el huevo era más o menos parecido al resto de los huevos. La mama pata decidió seguir incubándolo, desoyendo otras opiniones. ¿Por qué? Por amor maternal, buenas intenciones o expectativas, nunca lo sabremos, aunque si sabemos que al final cuando el patito feo ya estaba en este mundo, cedió a la presión del resto de los animales de la granja y también lo despreció.

De manera que el pobre “patito feo” ya despreciado por todos sólo pudo asumir su “triste destino” aceptando con infinita desolación las opiniones ajenas. Os suena eso de “si tantos lo dicen será verdad”

Es indudable que al protagonista de este cuento le faltaban muchos elementos de juicio. Sin embargo, nos sucede lo mismo a las personas que aun teniendo muchas más posibilidades compramos con demasiada facilidad las etiquetas que nos ponen los demás. Aún peor nos las creemos, actuando en función de ellas, quizá por aquello de no defraudar a los que, si además son nuestro grupo, ni se nos ocurre ponerlas en tela de juicio. Si ellos lo dicen debe ser verdad. 

Puede ser que te llamen pato y seas un cisne

Todos sabemos cómo acaba la historia cuando el patito feo, que ni es un pato ni es feo, encuentra a los que son como como él, y sólo entonces se atreve a observar su reflejo en el agua, reconociéndose en sus iguales. Lo realmente maravilloso de las personas es que no necesitamos, aunque lo creamos, mirar a otros para descubrir quienes somos. Eso sí necesitamos hacer acopio de valentía para mirarnos por dentro, calmar nuestra alocada mente, armarnos de confianza y dejar salir nuestro maravilloso potencial, nuestra esencia.

¿Alguna vez te has sorprendido cuando una persona que considerabas “corriente” ha conseguido cosas extraordinarias? Toma nota, porque tú también puedes.

¿Y tú, eres un cisne y estás en un entorno de patos? Puede ser que hayas aprendido a andar cómo un pato, vestirte como un pato, comportarte como un pato y vivir cómo un pato, arrastrando insatisfacciones profundas porque en realidad eres un cisne.

Sólo tú puedes saber quién eres y vivir una buena vida.

Si alguna vez te has sentido así cuéntame tu experiencia.

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