Si existe un personaje que personifique el éxito James Bond . Su creador Iam Fleming le atribuye un cóctel, el Vesper perfecto para bebérselo a tragos muy cortos, pura representación del éxito, la intención bien enfocada y la sofisticación. Todo lo contrario a lo que pretendemos hacer a con los propósitos de año nuevo, bebernos los deseos de un trago. La vida sienta mejor a tragos cortos. Como le digo a mis clientes en las sesiones de coaching: ten cuidado con el síndrome del atragantado. Te atragantas de tantos buenos propósitos de año nuevo que quieres conseguir tan rápido, que se te atraviesan convirtiéndose en frustración. Lo malo es que la frustración no viene sola, normalmente llega acompañada de “está claro que esto o lo otro no es para mí…yo no puedo…jamás conseguiré…” limitaciones autoimpuestas, que se van acumulando hasta que nos sentimos bloqueados. En el mismo sentido, la sabiduría popular en Almería utiliza un término muy gráfico, cucharada y paso atrás.
La inercia de conseguir todo en un click nos arrastra, yo diría que nos hunde en la materia blanda de la falta de vigor y rigor, la poca atención a nuestras fuerzas y capacidades, la resistencia ante las dificultades, la poca definición de objetivos medibles y realizables, y la falta de planificación idónea. Así pasa lo que pasa, a los dos meses (siendo optimistas) estos bienintencionados propósitos se esfuman. Nada mejor para que algo no suceda que llenarlo de presión, prisas, y falta de planificación.
“Una cosa es el poder de nuestra intención y otra vivir llenos de buenas intenciones”
No podemos negar que Bond es un verdadero prototipo de éxito (obtención de logros). Sabe lo que quiere en todo momento, consigue sus objetivos, tiene sangre fría, derrocha encanto, es inteligente, audaz, observador…Muchas habilidades que se admiran y se ansían conseguir. Por cierto, que todo es cuestión de entrenamiento planificado y asumido. Con un planteamiento adecuado, el entrenamiento correcto y el apoyo profesional necesario las barreras se superan.
Al inicio del año parece que todos nos sentimos presionados a realizar grandes cambios, normalmente cambios que hemos intentado mil veces y que nunca hemos conseguido. Pero no importa seguimos llenándonos de propósitos aún cuando sabemos en nuestro interior que no se cumplirán. En el fondo los iniciamos con un plus de frustración anticipada porque nos centramos en el esfuerzo no en el objetivo. Y aquí no vale la excusa de la educación, la costumbre o el hecho de que creamos que las cosas son así sin más.
Si realmente echamos una mirada sin juzgarnos, a nuestro yo profundo, si realmente nos hacemos una pregunta sobre la posibilidad de cumplir aquello que nos gustaría conseguir, es probable que nos sorprendamos con un diálogo interno bastante frustrante. Escuchamos esa vocecita interior que nos susurra machaconamente “fíjate en fulano o mengano”. Nuestro ego tiene una capacidad extraordinaria de echarnos los planes abajo. Siempre encuentra alguien con quién compararnos, alguien al que no le han salido las cosas bien y alguien que, siempre desgraciadamente, se parece mucho a nosotros. Las cosas buenas siempre les suceden a otros. Lo bueno es para los demás nosotros nos quedamos atrapados en aquello que nunca hemos hecho y en las cosas que jamás conseguiremos.
No dejes que un “gran buen propósito” arruine tus deseos.
El grado de insatisfacción laboral en España es alarmante, un 60% de trabajadores afirma que su nivel de bienestar en su puesto de empleo es bajo, ( el economista septiembre de 2017) . Creemos que si conseguirnos mantenernos económicamente y podemos acceder a ciertas cosas como créditos o algo parecido que nos dé satisfacción instantánea, hemos conseguido nuestros objetivos. Aunque levantarnos todas las mañanas para ir a un trabajo con que no nos sentimos satisfechos no sea nuestro fin en la vida, lo damos por bueno si conseguimos alguna migaja a un click. Con este pequeño gesto sentimos por un momento que ya tenemos mucho más que otros. De nuevo la comparación esta vez para conformarnos y sentirnos cómodos.
Cambiar un imposible por posible es cuestión de determinación y adecuación al objetivo.
Así que por unas razonas o por otras, siempre nos quedamos instalados en el bando de los imposibles, de nuevo las cosas buenas les suceden a otros. En nuestras vidas hay demasiados imposibles, siempre nos falta algo para conseguir nuestros objetivos, formación, suerte, oportunidad, o determinación. Sin darnos cuenta nos metemos poco a poco en el poco del determinismo. Estamos sentenciados a vivir esta vida que nos ha tocado, de todos modos para sentirnos mejor siempre tenemos la oferta de cosas que “necesitamos” en cualquier plataforma de compras. Los objetos, las posesiones, se convierten así en el medidor de nuestra felicidad y de nuestra realización. Nos quedamos convertidos en seres pequeños que no somos capaces de levantar la vista para ver la dimensión del mundo en que nos movemos y al que pertenecemos. Incapaces de levantar la mirada del suelo y temiendo que este se mueva bajo nuestros pies convertidos en seres pequeños en un mundo reducido.
Regálate el mejor año de tu vida. Regálate un buen año de verdad.
Para que el cambio sea duradero debe estar bien orientado desde el principio. Objetivos claros, bien definidos, medibles, alcanzables y saludables. Un buen cóctel digno de ser disfrutado, a tragos cortos, poco a poco para el camino nos seduzca y motive.
Regalarnos cambios de verdad, auténticos y duraderos puede ser una buena manera de afrontar el año que queda por delante. Transformar buenos propósitos en realidades no parece mala opción de vida y sobre todo llenará nuestro presente de ilusión y oportunidades.
Regálate una nueva vida construida de pequeños y continuos logros. ¡Feliz buena vida!
(video imagen: Kenji Kawasawa)
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